martes, 15 de diciembre de 2015

Charly Garcia, Sr. Hernán Lombardi



CARTA A HERNÁN LOMBARDI

Sr. Hernán Lombardi:

Hace unos días mis amigos vinieron a visitarme con un ejemplar del Diario Pagina 12, http://www.politicargentina.com/…/10423-un-nuevo-funcionari…
Y debo reconocer que no tengo ninguna “culpa”.
Ni pienso entrar en una guerra con el gobierno.
Mi política es la de los insectos.
Los insectos no tienen política, ni vanidad, ni ego.
Cuando fueron mis funciones en el Teatro Colon,
más allá de muchas desprolijidades,
usted me cayó simpático y me pareció que comprendía mi obra.
Ahora, resulta que soy un animal, pervertido, drogadicto, homosexual, etc.
Hagame un favor, a mi y a los demás que trabajan por el arte y con buena intención.
Si este pensamiento está con ustedes, (QUE YA LO VEO ASI)
van a corroborar que soy todo eso.
Será que tener un cargo publico arruina a la gente?
Merezco una disculpa.
Yo compuse Los Dinosaurios, y luché contra la dictadura y UN PELOTUDO está en contra de la Revolución Francesa???? De John Lennon???
Del amor??
No cuenten conmigo, ignorantes.
Siento que la lucha fue en vano,
Pero aun así, estaremos presentes en nuestras letras… todos nosotros... como en aquellas épocas negras.


Charly Garcia

lunes, 14 de diciembre de 2015

Daniel Ponce, El festín de las hienas



EL FESTÍN DE LAS HIENAS

La escalinata que lleva a la puerta principal del Teatro Colón estaba iluminada como si se tratara de alguno de los tantos galardones que rifan las corporaciones norteamericanas del show bizz. Repiten una estética decadente en la que los notables son objetos observables como fugaces meteoros a los que debe prestarse atención, en base a sus vestiduras, peinados, apliques, pelucas, maquillajes y prótesis. Son algo así como seres reconstruidos artificialmente en base a un patrón de construcción que no puede ni debe alterarse. Por la mencionada escalinata, comparecieron los personajes selectos de la restauración conservadora  y esto es toda una opinión de clase y una declaración de principios. Mascarones de proa, máscaras, antifaces, yelmos, que poco podían decir, salvo saludar, algunos dificultosamente, moviendo un poco la mano empolvada. Amor con amor se paga, y esta premisa de lealtad se vio cumplida cuando Mirtha Legrand, que a gatas puede con sus caderas, momificada la testa, revocada con enduido, agitó sus anillos, del brazo de un señorón teñido que tenía cara de salir de una colitis. El mago sin dientes con una galera al estilo de las que gastaba Abraham Lincoln pasó, raudo, acariciando un bastón de cotillón. Susana Giménez, cinchada como si le hubiesen hecho una aventración, mostró los dientes de escualo, hechos con las teclas del piano de Richard Clayderman, y meció sus cabellos, tejidos en largas sesiones de telar por Miguelito Romano. Por allí, Darío Lopérfido, francófilo, fruncido, hablando con la voz ahuecada como los ventrílocuos, buscaba con la mirada al afrancesado Jorge Telerman, hombre de firmes convicciones, tan firmes que aceptó pasarse con armas y bajeles al nuevo gobierno, durante el interregno en que gobernó Pinedo. Chiche Gelblung, encorvado, del brazo de una señora que había emergido de una tostadora, sonreía con dientes fuera de escala como si se los hubiese pedido prestados a Luciana Zalazar. Imposible fue que las cámaras apostadas sobre la pasarela y la escalinata tomaran al grupo de choque de la restauración, brillaba por su ausencia, aunque es altamente probable que, a esas horas, descansaran de tantos años de dura labor; hubiese sido estimulante ver a Leuco, sin cuello, devorado por la gastritis, los ojos de ajusticiado, o ver al Doctor Castro que, en esos momentos rutilantes de figuración, estaría tragando una sopa de Vitina junto a su mamá, o al señor Lanata, siempre a punto de explotar dada la cantidad de canapés que le provee Magnetto, dirigiéndose a los paparazzi con su fuck you, o al autoayudado Paluch, que habla de templanza pero que no puede aplicar este concepto a su propia conducta, o la larga ristra de evangelizadores del odio: Van der Kooy, Morales Solá (ese rostro insidioso de falso Lenin mezclado con Litto Nebbia gorila), Santo Biassatti, especie despavorida de lobo marino pero ganado por la siesta y el aire acondicionado, Pagni, con sus conceptos macarrónicos intentando explicar la malicia del kirchnerismo buscándola en la antigüedad griega, Santiaguito Kovaddloff, esa suerte de Manolo Galván -aunque resulte ofensivo para Manolo- tan apto como presentador de kermese de damas de caridad, tan alumno aplicado o regente de preceptores. La lista de los infantes, de la primera línea de operadores no enmascarados sería inmensa. Pero no se los pudo avizorar entre los figurantes. Sí, las luces de las cámaras tomaron los flecos batidos en la cabeza nívea de Guillote Coppola, empeñado en saludar a quien se le cruzara, inclusive al ex presidente De la Rúa, un tanto alelado y ausente, aunque, todavía, respirando por sus branquias de vieja tararira. Nadie podrá explicar el por qué de estas funciones de gala, a menos que se retrotraiga al mundo extinto de los Luises, de las grandes pelucas piojosas y perfumadas, de los lunares hechos con puntos de terciopelo y pegados con resina en los pómulos yertos, a menos que se remonte al mundo crepuscular de los cortesanos, al guignol que los financistas manipulan para burlarse del pueblo.



Jorge Daniel Ponce (Buenos Aires, 1956).

domingo, 13 de diciembre de 2015

Eduardo Dalter, Mientras el ridículo rubicundo bailaba


DEFENSA ENCENDIDA DEL BALCÓN

                                           
                              A Eva, en memoria

Mientras el ridículo rubicundo
bailaba, como en el quincho
de su quinta, y ella entonaba
cumbia en karaoke, yo pensaba:

¿podrá vivir el año que viene
la gente humilde del país?;
¿los jóvenes, los vecinos
podrán respirar, hablar tranquilos?

Mientras como zopenco bailaba
y reía, yo pensaba, pensaba,
y miles seguramente pensaban,
en la historia entrañable y grande

de ese balcón, y en cuánto
costaron los laureles y tristezas
entre las sombras, los bordes
y los hachazos de estos años.

Mientras el ridículo rubicundo
bailaba, como en el quincho
de su quinta. (Cómo bailaba, dios,
había que ver cómo bailaba…)

La historia era polvo, manojo
de ruina en sus pasos; y era
un baldío de fantasmas la Plaza
de niebla hundida y de olvido.




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viernes, 11 de diciembre de 2015

Eduardo Dalter, Si un zorro cebado se mete en tu movido gallinero


LA HORA DE LOS ZORROS

Si un zorro cebado se mete en tu
       movido gallinero,
¿qué esperás?, ¿qué se convierta
       en ciervo?,
¿en ardilla?, ¿o que se eche a
       dormir
y a roncar por largo rato?
       Como zorro,
ni lo dudes, y aunque de pronto
       livianamente
se ponga a bailar cumbia, hip
       hop
o vallenato, llegado el momento
       te abordará
por donde menos te lo esperes,
       y hará saltar
las calientes alambradas a toda
       su manada,
siempre ansiosa de un lugar y
       de alguna presa fácil.



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domingo, 6 de diciembre de 2015

Eduardo Dalter, Carta a los poetas y amigos


HAY UN AIRE TENSO A LA REDONDA


Hay un aire tenso a la redonda, más firme
y enrarecido cada hora, como para morder,
mal respirar, o ser trozado por cuchillo.

A la vez, en los suburbios lejanos parece
todo más inhóspito, entre cardos, casas a
medio terminar, y un afiche con promesas.

“Y ahora qué”, algunos se preguntan, sin
más, mirando el aire (que parece temblar)
y sintiéndose en la soledad más absoluta.

Aunque todos presumen, temen, intuyen,
que el tiempo será lo que será, para ser
vivido con las defensas que se puedan.

“Ahora caímos en la cuenta”, ya se oye
en las calles, en esas y otras palabras,
como atisbo de mea culpa o confusión.

La precariedad, la liviandad, desnudaron
su existencia, también la gula, el odio,
que sobrevolaron siempre el horizonte.

La historia, cada día, comenzará a decir
sus cuitas. En el lenguaje que bien sabe.

Buenos Aires, 5 de diciembre, 2015